¡Grito! de democracia, justicia y Libertad
A toda acción, viene una reacción; por lo tanto, frente a la aprobación “frac trac” de la reforma al Poder Judicial nace una resistencia que, en el orden social, se materializa en las marchas de los trabajadores y estudiantes de la carrera de abogacía; pero también la comunidad social en su conjunto, por lo tanto, es inminente una reacción social contra el Plan C de Obrador.
Frente a la cerrazón de la 4T o del obradorismo, la sociedad, articulistas y columnistas de reconocido prestigio, reacciona al pronunciarse por la defensa de los magistrados de la Suprema Corte de Justicia y de los jueces impartidores de la justicia.
A la “reforma obradorista”, calificada más como capricho del inquilino de Palacio Nacional que por un bien social, surge la necesidad de una autentica reforma que permita una mejor impartición de justicia y no su desaparición.
El expresidente Ernesto Zedillo es claro al señalar en la ceremonia inaugural de la Conferencia Anual de la Asociación Internacional de Abogados: “la frustración del presidente (Andrés Manuel López Obrador) al no contar con una Corte sumisa ha evolucionado hasta transformarse en una venganza brutal: la destrucción de la independencia e integridad del Poder Judicial para que esté al servicio de la fuerza política en el poder”.
Zedillo acusó que “los cambios conducen, en última instancia, a la devastación del Poder Judicial y la abolición de otras instituciones estatales autónomas muy importantes para la transparencia, rendición de cuentas y otras áreas cruciales para el desarrollo del país”.
Articulistas, columnistas y gran parte de los ciudadanos saben que la desaparición de los organismos autónomos derivará en dictadura; una dictadura que superará la época de los regímenes priistas.
Josep Antoni Duran i Lleida en su ponencia, “El Humanismo Cristiano y la Recuperación de la Democracia”, asegura que “un régimen basado en la libertad y en la contraposición de poderes debería de ser el remedio contra cualquier situación de tiranía, contra cualquier dictadura, fuese del sentido que fuese y que el destino de cualquier democracia no podría ser jamás otro que su fortalecimiento progresivo. No ha sido así. Se ha perdido el doble impulso que alentaba las transformaciones y las sucesivas conquistas sociales y de libertad”.
El filósofo considera que “la política democrática consistía en trabajar a favor de una mayor cohesión del “demos” (pueblo) y en pro de una mayor solidaridad entre las personas.
Juan Pablo II en Centesimus Annus, 90-91, lo plantea: “La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien de sustituirlos oportunamente de manera pacífica”. Por lo tanto, una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana.
Por ello se requiere la participación de todos; todos debemos velar por el desarrollo de nuestras comunidades, establecer mecanismos que permitan un crecimiento en salud, educación, seguridad, de nuestras colonias, barrios o rancherías.
La desaparición de los organismos autónomos y de la Suprema Corte de Justicia únicamente generará la opacidad de quienes ostentan el poder. Se nos dijo, no escuchamos y no hicimos nada para evitar la desaparición de la democracia, de la libertad y de la justicia.
Sin embargo, no todo está perdido, sin duda que la restricción de la libertad, la democracia y la justicia dará como consecuencia la formación de hombres y mujeres que “lucharán” por el regreso a una sociedad más justa, democrática y de libertad.
Se tendrá que combatir la narrativa del obradorato. Recordemos la frase de Machado en sus Proverbios y cantares: “¿Tu verdad? No, la verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”.