Un Papa “venido de lejos” abrió caminos por los que hoy transita Francisco.

 

Era el sábado 2 de abril del año 2005. Hacia las 19:00 horas, un “hombre venido de lejos” entra en coma en el Palacio apostólico del Vaticano. El 27 de marzo, domingo de Pascua, el Papa Juan Pablo II no había logrado pronunciar las palabras de la bendición “Urbi et orbi” y solamente hacía la señal de la cruz con su mano. Visiblemente turbado dice, al retirarse de la ventana: “Hágase tu voluntad. Soy todo tuyo”.

 

El día 30 de marzo, una infección urinaria le provoca un choque séptico con colapso cardiocirculatorio. La temperatura asciende a 39.6 grados. El viernes 1 de abril, el Papa Wojtyla logra rezar el Viacrucis. Pero el sábado 2 de abril todo se complica.

 

Mi querido Profesor, el P. Tadeusz Styczen, lo acompaña en la habitación. Lee en voz alta algunas partes del Evangelio de San Juan.  A las 20:00 hrs., el cardenal Jaworski celebra misa ahí mismo, acompañado del P. Styczen, el Arzobispo Rylko, y un secretario. De repente, a las 21:37 hrs., la pantalla del monitor indica que el corazón del Papa ha dejado de latir. Todos los presentes, con lágrimas en los ojos, entonan el antiguo himno “Te Deum”.

 

Nos encontramos a 20 años de estos acontecimientos. Muchas cosas han sucedido. El mundo que Juan Pablo II conoció ha vivido una profunda transformación. La Iglesia no ha estado exenta de dificultades y también de transformaciones. En tiempos del Papa Francisco, ¿qué podemos decir de su predecesor polaco?

 

El Papa Francisco lo canonizó en 2014, y posteriormente, ha escrito un libro sobre él: ““San Giovani Paolo Magno” (Ediciones San Pablo, 2020). En numerosas ocasiones ha expresado su admiración por su vida y por su legado. Según el Papa Francisco, Juan Pablo II nos ha dejado “el ejemplo de su espíritu abierto y contemplativo, apasionado de Dios y del hombre, de la creación, la historia y el arte.” (18 de mayo de 2020). Así mismo, ha dicho: “Las palabras que pronunció el día de la inauguración de su pontificado son siempre actuales: ¡No tengan miedo! (…) El hombre, de hecho, como enseñó el Papa procedente del linaje polaco, es el camino de la Iglesia.” (17 octubre 2018).

 

Esta vía “antropológica” no es una ocurrencia. Indica que una parte importante de la credibilidad de la Iglesia se juega en su adhesión a la humanidad de cada persona, sin hacer distingos, como lo hizo Jesús. Nadie debe sentirse excluido del abrazo de la Iglesia.

 

A veces se olvida que Juan Pablo II en una época en que el antisemitismo cundía, incluso en Polonia, construyó su vida rodeado de amigos judíos; acompañó, con compromiso real, al movimiento de los trabajadores y animó sus luchas; afirmó la igual dignidad de la mujer en la vida de la sociedad y de la Iglesia; hizo una lectura crítica tanto del socialismo real como del capitalismo salvaje, reconociendo en ambos, para escándalo de muchos, elementos de verdad que requieren ser rescatados en una comprensión más amplia e integral.

 

El pequeño espacio de esta columna, no permite que hagamos ni siquiera de manera remota, “un balance”. El balance, en cierto sentido, lo han realizado los pontífices posteriores: avanzando por sendas que continúan los acentos de Juan Pablo II, y completando muchos temas que dejó pendientes o que apenas comenzaban a ser esbozados en su tiempo. Continuidad creativa, que hoy rinde frutos insospechados.

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SIRVIENDO A LA SOCIEDAD

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